España tiene más de un millón de piscinas construidas, un 86% de las cuales son de propiedad privada y el 14% restante de titularidad privada. Estas cifras sólo son superadas en Europa por Francia, que, al igual que en España, los efectos de la crisis están provocando un cambio en el perfil y en las preferencias de los clientes del sector.
Si ya de por sí la tendencia general ha sido siempre el considerar una piscina como un artículo de lujo o, cuanto menos, de semilujo, esta idea se ha acentuado dadas las circunstancias económicas.
No obstante, y pese al gran descenso de los últimos años en la venta de piscinas, se trata de un sector compuesto por cerca de 2.000 empresas que emplean a más de 62.500 personas sumando contratos directos e indirectos, según datos de la Asociación Española de Industriales y Técnicos de Piscinas e Instalaciones Deportivas (ATEP) y la Asociación de Fabricantes de Equipos, Productos Químicos y Constructores de Piscinas (ASOFAP)
El principal problema al que se enfrentan actualmente los clientes de piscinas es la falta de presupuesto, tanto a la hora de tenerla en cuenta cuando se piden créditos bancarios –no era infrecuente hasta ahora incluir la piscina como parte de la hipoteca- como cuando se trata de instalarla y mantenerla.
Por esta razón, se va en busca mucho más de la ganga, el mejor precio, aunque no cumpla exactamente con las expectativas. Los potenciales clientes del sector de piscinas investigan en internet y toman decisiones conociendo mucho más los pros y los contras, así como el producto, no sólo teniendo en cuenta las indicaciones del profesional que le aconseje.
Por otra parte, los clientes que ya disponen de una piscina, apuestan mayoritariamente por la rehabilitación de la misma. Así, se prefiere invertir en equipamiento y mantenimiento para alargar su vida útil -incluso con equipos de climatización que permitan disfrutarla durante todo el año- que cambiarla por otra más moderna o que se adapte mejor a las nuevas necesidades que hayan podido surgir.
Foto: Pisciforma