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Higiene en la piscina: cómo evitar la infecciones

Las piscinas son uno de los lugares más frecuentados durante el verano. Pero la gran cantidad de usuarios que pueden concurrir estos espacios a lo largo del día provoca que  estas zonas de baño se conviertan en altos focos de infección. Para evitar otitis, conjuntivitis y hongos es esencial seguir diariamente unas normas de higiene básicas para piscina.

26 jul 2013 en Consejos para tu piscina - Lectura: min.

piscinas
Aunque el agua sea cristalina no significa que esté limpia (Foto: Piscine Latina)

Las piscinas son uno de los lugares más frecuentados durante el verano. Y es que en épocas calurosas, un buen baño puede convertirse en la mejor opción para combatir las altas temperaturas. Sin embargo, la gran cantidad de usuarios que pueden concurrir estos espacios a lo largo del día provoca que  estas zonas de baño se conviertan instantáneamente en altos focos de infección. Y la explosiva combinación del calor con la humedad o el agua no ayuda a paliar esta situación, sino todo lo contrario. Por ello es indispensable que, en la medida de lo posible, tanto el personal técnico a cargo de las instalaciones como los usuarios sigan diariamente unas normas de higiene básicas que eviten la propagación de contagios indeseados. Una otitis, una conjuntivitis o incluso una rinitis pueden acabar frustrando más de una tarde de relax planeada al borde de la piscina.

Antes de entrar al agua, ¡a la ducha!

La mayor parte de los gérmenes que pueden provocar este tipo de infecciones provienen del propio cuerpo humano. Lo que ocurre es que, por naturaleza, todas las personas portan en su interior bacterias capaces de desarrollar estas dolencias. Y cuando nuestro organismo está bajo de defensas, una situación que se acentúa con el cansancio y los cambios extremos de temperatura, éste resulta mucho más propenso al contagio. Por este motivo, es fundamental que todas las piscinas públicas e incluso privadas cuenten en sus instalaciones con la presencia de duchas, que deberán ser utilizadas por los bañistas antes de lanzarse al agua. No hay forma más práctica de evitar que todos aquellos gérmenes que están presentes en nuestro cuerpo pasen al agua de la piscina y contagien a otras personas.

Otras recomendaciones básicas

Teniendo en cuenta la rapidez con la que se propagan este tipo de bacterias, es fundamental que cualquier persona que presente algún tipo de infección oenfermedad contagiosa espere a su curación antes de volver a meterse en el agua. Por otro lado, recuperando el tema de las duchas, éstas no sólo son útiles para erradicar gérmenes, si no que son esenciales en la eliminación de agentes externos como cremas protectoras del sol y pelos, que si no son aclarados previamente pueden facilitar la contaminación del agua. Utilizar toallas diversas para el césped de la piscina y el vestuario y secarse bien después de cada baño son pautas que pueden ayudar a evitar las infecciones más comunes. Además, es fundamental que aquellas personas que muestren mayor sensibilidad en ojos y oídos protejan sus órganos mediante la utilización de gafas y tapones especiales para piscina.

Microorganismos e infecciones

El ambiente húmedo que acostumbra a generarse alrededor de cualquier piscina fomenta la aparición y la propagación de gérmenes. Estos microorganismos, que se sitúan entre los principales agentes de riesgo que flotan en el agua, pueden llegar a contaminar las instalaciones y a transmitir algunas de las infecciones más comunes a los usuarios. Los hongos, que habitualmente aparecen alrededor de las duchas y en el interior de los vestuarios, son más agresivos en las zonas húmedas y cálidas. Por ello es vital no andar descalzo y utilizar siempre el calzado específico para piscina. En el caso de las bacterias, que provienen de las propias mucosas del cuerpo humano y que se transmiten a través del agua, éstas únicamente resultan peligrosas para aquellas personas que tengan las defensas bajas. Por el contrario, infecciones como la otitis y la conjuntivitis, que se sitúan entre las más comunes, tienen su origen en el agua de la piscina, que si está contaminada o no presenta las condiciones higiénicas adecuadas puede llegar a irritar los ojos y a provocar  graves contagios.

El cloro, ¿un buen aliado?

Sin lugar a dudas. El mejor agente químico y desinfectante para piscinas es el cloro. Además de ayudar en la eliminación de problemas tan comunes como el agua verde, aplicado a piscinas de uso público dicha sustancia es ideal para erradicar todas las bacterias sobrantes. No hay solución artificial tan eficaz como ésta y tan al alcance de la mano. Sin embargo, detrás de la rapidez con la que se eliminan los gérmenes contaminantes del agua, existe para el bañista un gran índice de peligro de infección si el cloro no se introduce en la piscina en su justa medida. En este sentido, el problema principal radica en si la cantidad mezclada está dentro de los baremos de seguridad establecidos, cuyos límites se sitúan entre los 0,4 y los 1,2 miligramos por litro.  Una cantidad que puede ser alterada con facilidad en función de la temperatura del agua, de la extensión que presente la piscina y de la combinación con otros agentes químicos. Cuando esto ocurre, el exceso de cloro puede provocar irritación en la piel y en los ojos de los bañistas sin llegar a eliminar los gérmenes contaminantes. Por lo que, a diferencia de lo que suele pensarse, un abuso en el uso del cloro es muy perjudicial para la salud.

El pH del agua, un valor a tener en cuenta

Además de suministrar la cantidad adecuada, para que el cloro introducido en la piscina tenga el efecto deseado el nivel de pH del agua debe ser controlado con frecuencia. Se trata de un valor que indica la acidez o la alcalinidad que presenta un líquido, por lo que su variación puede provocar daños tanto en la instalación como en sus bañistas. Los niveles normales en la escala de pH se sitúan entre el 7.2 y el 7.6. Por debajo de la cifra mínima, el agua de la piscina adquiere propiedades ácidas y puede resultar perjudicial para la piel y para los ojos de los usuarios. No obstante, si el pH del agua supera la cifra máxima, el poder desinfectante del cloro pierde efectividad. Y en la mayor parte de los casos, por naturaleza, el pH del agua tiende a aumentar y a adquirir propiedades alcalinas. Para corregir estos valores pueden utilizarse otros productos químicos que regulen el pH del agua. 

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